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miércoles, 18 de septiembre de 2013

SAN PEDRO Y EL MUERTO



Recopilado por Diana Lucía Liviapoma Vásquez


Había este… un viajero que cada ocho, cada quince se iba de su casa, se demoraba quince, veinte días y habían tres enamorados de su señora, por eso es malo casarse con una mujer simpática mejor cásate con una fea que es como casarse con un perro bravo. Y cada que se iba ya iban los amigos a despedirlo pue’, pero cuando llegaba ya no iban a las llegadas sino a las despedidas  nomás para saber cuándo venía. Y la señora, pues, no quería cambiarle ¿no?, traicionarle y le dice “Oye hijito, esos amigos que vienen a despedirte no son tus amigos, están enamorados de mí, para saber cuándo te vas”, “Y ahora hijita, cómo hacemos”, “Oye hijito, pensemos los dos”. La mujer más astuta, ¿pues no?, la mujer piensa mejor que el hombre. “Sabes qué - le dice- voy a decirles que me den plata, no te parece, salimos de pobreza, ya no te vas a viajar nada”, “Entonces hijita, qué les vas a pedir”, “Una talega de plata deste tamaño”, “A ya -le dice”.
Pero el señor era curtidor, curtía pieles y eso es veneno, pues, y tenía un tremendo, allá en su casa, cuarto donde curtía.
Llega uno y le dice “Sabes -le dice- yo te acepto pero dame plata”, “Cuánto quieres”, “Dame una talega”, “Justo tengo, toma”. Se la pone, pues, en la mesa, entra a la sala y pum…pum… pum. “Ay, mi marido viene”, “Qué, no se había ido”, “Se ha vuelto este diablo -le dice”, “¿Y ora? Y abre la puerta donde está el… el taller y se avienta pues, se mató, pues, lo mató pues, veneno, “Ya hijito, ya lo escondí”.
Pasó media hora, el otro pum…pum… pum . Vuelta, otra talega ‘e plata, el marido nuevamente, meten y ya van dos. El último, igual. Como ya estaban los tres escondidos el señor quería darles látigo para vengarse, que por qué quería traicionarle, abre la puerta, prende la luz, ‘taban como escarchados flotando en el agua. Tonces “No me has querido hija -dice- tengo que ir preso cómo crees, qué cosa le digo a la autoridad, los he matado yo, pues”, “’Tas loco hijo, por cojudezas te pones, déjalo ahí San Pedro viene, Pedro es un cojudo, yo lo cojudeo bien rápido, yo me encargo de ese fulano”.
Y San Pedro andaba con unos zapatazos tap…tap…tap, siempre a la una… a las doce de la noche pasaba el cojudo por ahí, pues. Cuando “Pedro, Pedro, Pedro”, “Qué quiere señora, buenas noches”, “Buenas noches Pedro, Pedrito, favor muy grande pero guárdame el secreto”, “Ya -le dice- señora, dígame nomás yo lo hago”, “Te pago esta talega de plata, entiérrame este muerto, sabes qué… mi marido no ha estado acá y me he puesto a tomar con ese señor y se ahoga con el licor está muerto ahí, pue’, pero acá tengo hasta que se vuelva”, “ A ya pues-le dice”, “Acá está su plata”. Agarró su muerto al hombro y se fue al cementerio, cavó la sepultura y lo metió. Mientras tanto ya estaba el otro, no ves que lo había vuelto a sacar, del mismo uniforme, estaban iguales. Y llega “Ya lo enterré señora”, “Pedrito -le dice- dudas de mí, mira el muerto dónde está”, “Y este cojudo  de mierda qué tiene, ¿se ha vuelto?, ¡ay señora, este no quiere cementerio, este quiere zanja!, deme una baranda señora, nada más”. Agarró su muerto otra vez se fue con su muerto al hombro “Ah, no quieres, mierda, cementerio, quieres zanja. Boca abajo te voy a metir, cuando quieras salirte, más abajo te vas a ir, cojudo”. Le echó la tierra y se vino. “Ya señora”, “Pedrito, porque soy mujer crees que te miento, ¡vélo!”, entonces el Pedro dice “Y este mierda qué cosa quiere ahorita, ¡Ah ya!, este quiere candela. No quiere zanja, no quiere cementerio, ¡ah! este quiere candela. Deme una hacha señora, una lata de kerosene, un fósforo y me voy.” Se echó su muerto al hombro las cosas y se largó.
Camina y camina, llegó a la montaña y comenzó a partir leña, lo metió en medio y le tiró fuego. Estaba rendido Pedro cabeceando, pues, y un cura había estado por ahí perdido en la montaña y al ver el fuego se acerca y ‘taba con un frío también el cura que pateaba de frío, cuando Pedro lo veo y dice “¡Viste este jinjunagranputa hasta brujo sabe hacer  ¿no?, te has vuelto de cura!” y sale agarrando el hacha el cura adelante y Pedro atrás, pero no, no lo alcanzó. Regresó y le dice este “Ahora sí has cumplido, ahí está tu plata”, “No señora no quiero nada, ese jinjunagranputa hasta brujo ha sido porque ya se volvió de cura y más lueguito ya vuelve”, pero se ganó su plata.       


Informante:

Nombre: José Miguel Saavedra Abad
Lugar de nacimiento: Comunidad de Huara de Veras, Provincia de Ayabaca- Departamento Piura.
Edad: 75 años.
Oficio o profesión: cesante.
Procedencia del texto: Ayabaca-Piura.
Fecha: Seis de junio de dos mil doce.


viernes, 13 de enero de 2012

LEYENDAS DE PIURA



por DILÚ (DIANA LUCÍA LIVIAPOMA VÁSQUEZ)


Mi papá nació y vivió toda su niñez y parte de su juventud en la serranía de Piura. Algunas veces un amigo de la familia que era del pueblo de Joras iba a visitarlos y les contaba una serie de historias terroríficas que hasta ahora algunos creen que pudieron haber sucedido en verdad. Una de estas es la que a continuación les presento:


LA SALVE DE LAS VACAS

Se dice que en un poblado de Piura habían dos amigos. Uno de ellos quería llevar una serenata a una muchacha que le gustaba, entonces convenció a su amigo de que lo acompañase con la guitarra. Pocos días antes de la cita concertada, el amigo guitarrista sufrió un accidente y murió, sin que el otro compañero se enterara de lo acontecido. Cuando llegó el día de la serenata, el joven muy entusiasmado se dirigió al lugar en donde había quedado encontrase con su amigo, pero pasó largo rato sin que este llegara por tanto decidió marcharse. Mientras caminaba de repente escuchó la voz de su amigo que le decía: ¡Espéeeeeeerameeeeeeee, no te vayaaaaaaaas!, ¡espéeeeeerameeee! Al oír la voz se volteó para ver a su amigo, pero por más esfuerzo que hacía y por más que lo esperaba, este no llegaba. Justo cuando re emprendió su caminata nuevamente unos gritos lastimeros lo alertaron: ¡no te vaaaaayaaaaaaaas! ¡espéeeeeerameeeee! El joven esta vez se dio cuenta de que algo sobrenatural estaba pasando y que lo mejor que podría hacer en esos momentos era esconderse puesto que el que lo llamaba no podía ser su amigo sino el mismo demonio. Entonces corrió lo más que pudo hasta hallar una pequeña cueva en donde esconderse y aún desde ahí podía escuchar que le gritaban, como tenía mucho miedo lo único que se le ocurrió fue rezar una oración que de pequeño le habían enseñado y que se llamaba LA SALVE DE LAS VACAS y que dice así:


Salió un pobre una mañana

a casa de un rico fue

el rico que lo vio

se hizo el que le sonrió

dijo:

Niño, no eres tan muchacho

de tanta tierna edad

porque no aprendes un oficio

y te pones a trabajar

el demonio está más malo

que no tiene mejoría

que hasta el cuerpo le tiembla

diciendo Ave María.


Y a penas terminó de decir Ave María, la voz lastimera que lo llamaba se calló.

A la mañana siguiente, el joven aún no recuperado del gran susto de la noche anterior se dirigió de regreso a su pueblo en donde se enteró que su amigo había muerto varios días antes y de que el que lo había llamado de seguro había sido el diablo que quería llevárselo al infierno. Desde ese día es costumbre en los jóvenes piuranos rezar siempre la salve de las vacas cuando creen sentirse en peligro del maligno.