martes, 31 de mayo de 2011

El ridículo como medio para aplacar a las revoluciones ideológicas de la Francia de los S. XVII y XVIII

Por Diana Lucía Liviapoma Vásquez


Hacia la segunda mitad del S. XII y comienzos del S. XVIII surge en Francia el llamado Siglo de las Luces, en el que el pensamiento Racionalista y las ideas vinculadas a la Ilustración se desarrollan hasta alcanzar su apogeo. Sin embargo, por otra parte el progreso gradual de una nueva clase social vendría a desestabilizar los pilares en los que se sustentaba el poder de la corte.

Es así como los primeros levantamientos campesinos (Alemania) y la Primera Revolución Industrial (Inglaterra), van a influir decisivamente poniendo el poder en manos de los burgueses.

Por tanto se ve necesario valerse de una manera para aquietar a las masas. La técnica elegida es la comedia y es así como ésta adquiere su carácter didáctico y popular; y el instrumento fue Moliere un escritor aristócrata ligado desde siempre al rey, presto a plasmar en su obra la ideología que quisiese imponer el soberano.

Esta personalidad cercana a la corte francesa, establece asolapadamente los límites de la clase emergente, haciéndolos ver cómo seres ignorantes que en su insignificancia sólo pueden ser un remedo de la clase alta. Un ejemplo claro para demostrar este punto es en El Avaro, en el que el viejo excesivamente tacaño y malvado (representación del burgués) es satirizado hasta el límite, lo cual evidencia que más allá de crear un carácter marcado, un “arquetipo de la sociedad”, su fin último es mantener el sistema imperante. El “mensaje” que deja entrever es: “Mira lo ridículo que eres, tú no puedes alcanzar el poder”.

Este es el primer y principal problema ideológico que Moliere intenta acallar, sin embargo no el único ya que derivado de este dos posturas contradictorias, tal vez irreductibles, se enfrentan en la polémica que en torno al tema de la mujer domina todo el siglo XVII. Para PRADO (2008:130) la primera es inspirada por un espíritu naturalista mientras que la segunda, por un espíritu racionalista.

Veamos primero al espíritu burgués, naturalista, que considera a la mujer como ser natural y, en función de esa pertenencia al mundo de la naturaleza, la utiliza de cara a ciertas funciones antropológicas (esposa y madre) que hacen de ella una esclava de su condición natural y de su relación con el entorno social en el que se encuentra sometida — y, entonces, se le permitirá, como mucho, el derecho que este ser natural, la fémina, tiene al placer físico, al amor, reducido a su condición mínima de sexo, algo que nace de los imperativos del instinto — placer ligado a la posibilidad de elegir al hombre con el que se va a casar.
Y, frente a este un espíritu intelectual, racionalista, que defiende la condición de la mujer como ser racional, y, en función de dicha racionalidad espiritual, su condición de ser que puede liberarse de los condicionantes y funciones antropológicos naturales que, como tal la esclavizan, en sí misma y en su relación con el entorno social. La cultura en todas sus dimensiones es, en cierto modo, el motor de ese acceso de la mujer natural — determinada biológicamente — a la mujer cultural -libre, en la libertad de los hijos del espíritu. Este punto de vista exige que la mujer tenga acceso libre y total no sólo a los placeres naturales del instinto (léase amor), sino también acceso a los placeres espirituales del saber y arte, que son los que dan la auténtica libertad.


Este es el conflicto que encontramos en dos de las obras del autor (Las Mujeres Sabias y las Preciosas Ridículas) en donde la mujer burguesa lejos de conformarse con el “destino que le ha impuesto la sociedad” (de postura naturalista), aspira a fines más grandes relacionados a su realización personal como ser humano (postura racionalista). Sin embargo, Moliere las hace quedar como “falsas intelectuales” que jamás podrán igualarse a las damas de la corte.

Por lo tanto el meollo del asunto y segundo problema ideológico al que atañe es la pretensión de la mujer burguesa de igualar sus derechos con los del varón. Este ideal se ve encarnado en un movimiento llamado Preciosismo que defiende este presupuesto y como dice PRADO (2008:131) “pretende la igualdad de ésta con aquél en todos los niveles de su naturaleza y comportamiento”. Ideal que en un principio se enfrasca en una clase pero que luego remecerá los esquemas de crianza de todas las mujeres, escalando hacia las esposas de los duques, marqueses y hasta la del rey.

De esta forma hemos visto como Moliere se vale de la farsa compleja y profunda, para lograr una “risa pensativa” como menciona SIFUENTES (2004:134). Risotada que sólo guarda el fin de dominar y aplacar los anhelos de libertad e igualdad que empiezan a germinar en la gente. Mantener un sistema que no se adapta a las exigencias de un nuevo mundo y por lo que tarde o temprano tendrá que desaparecer, revolución que se dará tanto en los planos ideológico, social, político y económico, con el surgimiento del capitalismo y más tarde con la igualdad de los derechos de la mujer.



BIBLIOGRAFÍA

MOLIERE (2006) El Avaro. Recuperado de
http://literatura.itematika.com/descargar/libro/471/el-avaro.html

MOLIERE (2005) Las Mujeres Sabias. Recuperado de
http://literatura.itematika.com/descargar/libro/474/las-mujeres-sabias.html

MOLIERE (2008) Las preciosas ridículas. Recuperado de
http://literatura.itematika.com/libro/472/las-preciosas-ridiculas.html

PRADO BIEZMA, Javier del. (2008). El feminismo ambiguo de Moliere. Revista Complutense de Estudios Franceses. 23, 123-147.
Recuperado de http://revistas.ucm.es/fll/11399368/articulos/THEL0808110123A.PDF

SIFUENTES PALMA, Dante. (2004). Literatura Universal. Compendio y Análisis de obras. VI NEOCLASICISMO. Lima: Imprenta Marwill, pp129-136